he aquí la pimienta, el jengibre, el cardamomo, la
vainilla, el coriandro, la cúrcuma, el coco, la mostaza, la miel de cólquida, el
eucalipto negro, el aceite de sepia enamorada, el polvo pasmado de los
lotos, la azucena no escrita, la sal de las tijeras, la saliva de fábula, el
ungüento de la oveja traslúcida, el acento azul de las hormigas, el bálsamo
rasposo de la proa, el añil de las dunas, acetatos de cigüeña de balsa, dióxido
de ausencia, lámina de japonés desordenado, gelatina de tren saciado, esencia inmadura
de semana prensada, jugo de ábaco, extracto mejorado de caída, alcohol de
esfuerzo levantado, arenilla de añicos salteados, verdegris centrifugado de
advertencia, nitrógeno de seda devorada, hilillo certificado de no obstante,
crujiente de pasillos, semilla impostada de rincón, espuma de cerveza
inmanifiesta, destilado de rana roja, grasilla de oso que ha subido tres
escalones, hojaldrado sin que pudo ser porque futuro
siento como se cierra
el diafragma del ojo, las velas que no izo, las manos que se van diluyendo
desde las lunas de las uñas, los hombros refugiados en palpar de fotos
pensativas; sin invierno, de golpe; me borraré tranquilo, a medio labio,
en falso parpadeo, con páginas de insectos no clavados, con cajitas de peces
que quisieron ser piedrecillas de hierba, que consultaron besos dormidos en el
plancton, labios que no osaron tambores, aquellos que iban a ser palomas
a las que fallaron las alas de la noche