Jali Guest House





        

    En la pequeña Jali Guest House una ventana orientada hacia el este recorta el palmeral sobre la luz pura y tibia de un alba ya crecida. El sol naciente proyecta su sonrisa sobre las grandes hojas despeinadas, y éstas envían sus sombras todas las mañanas sobre la pared pintada de azul cobalto pálido y las esparce por la pared opuesta, donde hay una vieja toma de corriente al lado del pequeño interruptor rectangular, también de otros tiempos. La luz solar despierta con un vivo destello marfileño unos breves instantes el ajado plástico blanco de los mecanismos y, si hay brisa, los juegos de luz y sombra los acarician, yendo y viniendo, apareciendo y desapareciendo como si quisieran limpiar la pátina del uso, en un vaivén azaroso que, en estas horas de calma enmudecida, posee el pálpito de  lo hipnótico; la atención cuidadosa revela entonces algún conocimiento o señal proveniente de no se sabe qué mundo y que yo no sé interpretar. Sin pausa, el sol sube mañana tras mañana, y las sombras de las hojas de las palmeras bajan, recorriendo el irregular cable eléctrico pegado al rincón, para redibujarse —agitadas si hay viento— sobre mi sábana de color azafrán. En un instante la sombra ocupa la pared opuesta y la mañana se esparce alegre por el resto de la estancia y destaca, salpicando de sol travieso, el humano desorden de las cosas.

 A estas horas los gavilanes ya cosen los huecos del azul con sus vuelos templados. La incansable filigrana que las alas dibujan ahí arriba es una caligrafía transparente y calmada que también debe tener un sentido; solo sé que, apoyado en el borde de la ventana, observo cada mañana la escritura leve del amanecer del mundo con un generoso grado de ignorancia sobre este texto esgrafiado sobre el relieve de su luz. Solamente cuando siento en mis dedos el tacto de la madera de la ventana azul brota una finísima gota de clarividencia--dura poquísimo--que me revela que yo también formo parte parte de los signos incomprensibles del mundo y que, tal vez, no estoy aquí para comprender sino para aceptar su misterio y acatar todo en silencio.